OBJETIVO
Motivar y organizar a los alumnos a través de talleres para que
desarrollen e incrementen su cultura, su capacidad de análisis y su sentido
crítico.
UNA
PASTORAL DE LA CULTURA
Al
servicio del anuncio de la Buena Nueva y por tanto del destino del hombre en el
designio de Dios, la pastoral de la cultura deriva de la misión misma de la
Iglesia en el mundo contemporáneo, con una percepción renovada de sus
exigencias, expresada por el Concilio Vaticano II y los Sínodos de los Obispos.
La toma de conciencia de la dimensión cultural de la existencia humana entraña
una atención particular hacia este campo nuevo de la pastoral. Anclada en la
antropología y la ética cristiana, esta pastoral anima un proyecto cultural
cristiano que permite a Cristo, Redentor del hombre, centro del cosmos y de la
historia (cf. Redemptor Hominis, n. 1), renovar toda la vida de los
hombres, « abriendo a su potencia salvadora los inmensos dominios de la cultura
».(11) En este campo, las vías son prácticamente infinitas, pues la pastoral de
la cultura se aplica a las situaciones concretas a fin de abrirlas al mensaje
universal del Evangelio.
Al servicio de la evangelización, que
constituye la misión esencial de la Iglesia, su gracia y su vocación propia, y
su identidad más profunda (cf. Evangelii Nuntiandi, n. 14), la
pastoral, a la búsqueda de « las formas más adecuadas y eficaces de
comunicar el mensaje evangélico a los hombres de nuestro tiempo » (ibid.,
n. 40), conjuga medios complementarios: « La evangelización, hemos dicho, es un
paso complejo, con elementos variados: renovación de la humanidad, testimonio,
anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de
los signos, iniciativas de apostolado. Estos elementos pueden parecer
contrastantes, incluso exclusivos. En realidad son complementarios y mutuamente
enriquecedores. Hay que ver siempre cada uno de ellos integrado con los otros »
(ibid., n. 24).
Una evangelización inculturada gracias a una
pastoral concertada permite a la comunidad cristiana recibir, celebrar,
vivir, traducir su fe en su propia cultura, en « la compatibilidad con el
Evangelio y la comunión con la Iglesia universal » (Redemptoris Missio,
n. 54). Traduce al mismo tiempo el carácter absolutamente nuevo de la
revelación en Jesucristo y la exigencia de conversión que brota del encuentro
con el único salvador: « He aquí que hago nuevas todas las cosas » (Ap 21,
5).
He aquí la importancia de la tarea propia de los
teólogos y los pastores para la fiel inteligencia de la fe y el discernimiento
pastoral. La simpatía con la que tienen que abordar las culturas « sirviéndose
de conceptos y lenguas de los diversos pueblos » (Gaudium et Spes, n.
44) para expresar el mensaje de Cristo, no puede alejarse de un discernimiento
exigente frente a los grandes problemas que emergen de un análisis objetivo de
los fenómenos culturales contemporáneos. El peso de estos no puede ser ignorado
por los pastores, pues está en juego la conversión de las personas y, a través
de ellas, de las culturas, la cristianización del ethos de los pueblos
(cf. Evangelii nuntiandi, n. 20).